martes, 1 de marzo de 2016

El Escorial, símbolo de poder

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Felipe II no quiso participar personalmente en todos los combates en sitios tan alejados entre sí, yendo y viniendo al frente de los tercios. Quiso reflejar todo el prestigio posible en su lugar de residencia y ese poder heredado, que debía conservar, por medio de una obra de arte magnífica que reflejase su personalidad y su reino.
En aquel entonces, Madrid era una pequeña villa, elegida oportunamente para capitalidad del imperio por su centralidad geográfica y su equidistancia con respecto a las principales urbes, lo que facilitaba las comunicaciones y el envío continuo de disposiciones.
El monarca quiso manifestar toda su grandeza en El Escorial como reflejo de los lazos invisibles entre monarquía e Igledia y sitio de enterramiento suyo y de todos sus descendientes. Se trataba de un lugar elegido personalemente, cercano a la capitalidad madrileña.
Parecía  como si Felipe II quisera erigir otro Vaticano en la sierra madrileña de Guadarrama, en paralelo con aquel que se estaba gestando en Roma.
El primer diseñador de los proyectos para erigir el monasterio de El Escorial fue Juan Bautista de Toledo, que se hallaba por aquellos años en Roma trabajando para la fábrica de San Pedro del Vaticano. Desde 1559 sería arquitecto de las obras reales por nombramiento de Felipe II y su ayudante en las obras de El Escorial sería Juan de Herrera.
Quizás se pueda hablar de un cierto paralelismo entre la construcción de la basílica vaticana y de este monasterio madrileño como reflejos, la una, del poder espiritual y terrenal del pontífice, y la otra, del imperial de Felipe II.
Tal vez podamos percibir al monasterio de El Escorial como un ''autorretrato'', un reflejo psicológico proyectado y construido a base de arquitectura, de este monarca español, donde es posible deducir su carácter y, con él, también la actitud de muchos de sus súbditos.
El centro del conjunto lo constituyen la iglesia, las habitaciones del monarca y el panteón real, un espacio totalmente jerarquizado.
Pero entre El Escorial y el Vaticano se interponía otro referente común a los dos: se trata del templo de Salomón en Jerusalén. Además se comparaba a Felipe II con Salomón porque, como él, gustaba de la arquitectura y pretendía  ser, y era, un rey sabio y prudente.
Las ciencias ocultas en El Escorial contribuyeron a envolver al monasterio en medio de una atmósfera de poderoso misterio, tuvieron su cabida en él entre una concepción cristiana y otra humanista de la vida y la muerte. El cubo, es el módulo que propició su construcción y una figura que entonces se consideraba perfecta por simbolizar la tierra como elemento estático frente al cielo.
El núcleo de este monasterio lo ocupa el lugar dedicado a Dios. La referencia expresiva al exterior de su presencia  es la gran cúpula del templo, un símil de la bóveda celeste, y de sus dos torres que sobresalen del grupo de edificios junto a las otras cuatro torres de las esquinas. Ellas contribuyen a dotar al monasterio de ciertos aires palaciegos y hasta de fortaleza, y de establecer una simbiosis entre lo monastico y lo militar. El Escorial era la casa de Dios, pero también del mismo Rey y de una orden religiosa.
Al lado del altar de la iglesia se halla el palacio real, dispuesto de tal forma que, desde las habitaciones del Rey, es posible asistir a los oficios religiosos, y hasta ver sin que la mirada pueda ser percibida por los hombres sino tan sólo por Dios.
Se colocaron a ambos lados del altar mayor las estatuas orantes de Carlos V y de Felipe II con sus familias, realizadas por el escultor Pompeo Leoni en colaboración con otros artífices. De tal forma se destacaba en el doble mausoleo su privilegiada condición social, distante y predominante sobre el resto de los mortales. Sirven, además, para simbolizar la permanencia física de tales reyes tras la muerte, su memoria histórica, así como su eterna devoción ante el altar. Asimismo, se alude a ambos monarcas en las estatuas dedicadas a David y Salomón de la entrada a la iglesia, en el denominado Patio de los Reyes, para destacar la capacidad bélica de Carlos V y la prudente sabiduría de Felipe II.
El monasterio de El Escorial es también tumba regia, pues este rey lo pensó para enterrar en él a su padre y a toda su familia. El Panteón Real se construyó en un lugar privilegiado en el interior del edificio, ya que se ubicó entre la iglesia y la sacristía y debajo del altar mayor.
Pero el monasterio de El Escorial resulta inconcebible sin su biblioteca.
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Su construcción se atribuye a Juan de Herrera entre los años 1572 y 1583, ubicada sobre el zaguán del pórtico principal, viene a ser un pabellón aislado, de fácil acceso desde el convento y el colegio del monasterio, y separado de la iglesia por el llamado Patio de los Reyes, donde se hallan las estatuas de seis monarcas del Antiguo Testamento.
La biblioteca queda constituida por una serie de estancias: el Salón Principal o de los Frescos, el Salón de Verano, el Alto, el de los manuscritos, y el del Padre Alaejos. El Salón Principal fue pintado al fresco entre 1590 y 1593 por Pellegrino Tibaldi según un programa iconográfico que, con la atención de Felipe II, se suele atribuir al padre Sigüenza, con la intervención de Juan de Herrera en todos aquellos aspectos de sentido astrológico y hermético. 
Se trata de una estancia muy alargada, de 54 metros de longitud por 9 de anchura, cubierta por medio de una bóveda de cañón que queda dividida por siete tramos, donde se representan las figuras alegóricas de Las siete artes liberales que integran el llamado Trivium y el Quadrivium. Tales motivos se acompañan de episodios de la Historia Sagrada y de fábulas mitológicas, así como de retratos de personajes célebres relacionados con cada una de ellas. En las paredes del inicio y final se representan las alegorías de la Filosofía.
Pondríamos preguntarnos hasta qué punto es posible establecer un paralelismo entre las pinturas al fresco de la Capilla Sixtina del Vaticano y estas otras de la bóveda de la biblioteca del monasterio de El Escorial. El tema adquiere un gran interés si se tiene en cuenta que su pintor, Tibaldi, era un miguelangelesco, un noble seguidor de Miguel Ángel.
IMAGENES: WIKIPEDIA.ORG
PATRIMONIONACIONAL.ES
BIBLIOGRAFÍA : IMÁGENES DEL PODER EN LA EDAD MODERNA, UNED.

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